Por María José Navarrete
Nueva Zelanda
Basado en los personajes del cuento de hadas de los Hermanos Grimm, 1812.
Ilustración de Carl Offterdinger

Enorme encomienda había recibido el Sastrecillo Valiente nada más instalarse en
su nueva vivienda. Debía ir a aniquilar a los dos temibles gigantes que azotaban al
reino. Sabía que con su astucia podría hacerlo, ya había logrado deshacerse de
los demás gigantes con los que pasó una noche. Decidió tomar una cena ligera
para estar presto al día siguiente.
Aún guardaba el sastrecillo la mermelada que le había sido vendida por la aldeana
días atrás, aliñó con ella un pequeño trozo de filete que acompañaría con un
pedazo de pan y uno de queso. Esa merienda debía ser maridada, casi olvidaba el
delgado hombre que llevaba consigo una botella de Pinot Noir neozelandés, de la
bodega Oyster Bay.
El vino respondía a la perfección con lo que el sastrecillo esperaba, era ciruela con
ribete violáceo de capa media baja. Las primeras notas que fueron apareciendo
eran ciruela negra, tierra y flores silvestres. El hombrezuelo comenzó a rotar la
copa con una mano, mientras con la otra ponía la mesa, y los aromas florales
comenzaron a intensificarse, era como olfatear un ramo de rosas con lavanda.
Algunos puntos especiados también querían hacerse presentes, el sastrecillo los
supo interpretar y de inmediato añadió unos granos de pimienta a su filete.
El sastrecillo decidió probar antes el vino que su cena; aquél era seco, con acidez
media y un ligero amargor. Dejaba una sensación de calidez al tragarlo que le
restaba un poco de elegancia a los aromas de la nariz, pero el valiente joven
encontraba un gusto genuino por esa pinot noir presentada de una manera menos
pretensiosa. La acidez, que se iba incrementando con cada sorbo, y la
astringencia del vino media baja irían de maravilla con la cena que esperaba en la
mesa.
Los aromas tan perfumados del retronasal, como de una fragancia de frutos rojos,
rosas rosas y petricor hicieron que la mermelada del sastrecillo se luciera junto al
filete. En conjunto, ese momento estaba resultando ser todo un deleite. Gran
desenlace para un intenso día, que serviría de preámbulo a una serie de hazañas
que llevarían al menudo sastre a la gloria más alta del reino.