Ribera del Duero DO
2002
Castilla y León, España
Basado en los personajes de Las Mil y una Noches, 1710
Ilustración de Edmund Dulac, 1914

El ángel disfrazado de jovenzuela sagazmente, después de haber sido apartado con las manos del virtuoso pastor, decidió parpadear lentamente sus grandes ojos negros de adolescente y voltearse para ofrecer al anciano otra gran tentación. En la mesita de noche que se encontraba al costado de la cama del fervoroso hombre, la majestuosa joven colocó una botella de Flor de Pingus de la denominación de origen Ribera del Duero, 2012, España.
La adolescente esperaba que los estímulos que despertaría la bebida en el hombre lo hicieran caer rendido a sus provocaciones. Grácilmente acercó sus caderas al rostro del pastor mientras dejaba caer cadencialmente el líquido que emulaba un río de sangre con destellos terracotas. El pastor observaba cauteloso lo que hacía la joven, consiente de mantenerse firme en su rechazo.
El anciano rechazó la copa de vino ofrecida, pero eso no impidió que la adolescente le narrara con murmullos al oído lo que iba percibiendo al acercar la bebida a su rostro. Ella le decía que se imaginara dentro de un jardín rodeado de cerezos, ciruelos y arbustos de fresas resplandecientes por el sol, mientras reposa en un leño del más fino cedro salpicado de rocío, donde remolinos de hojarasca revolotean a su alrededor y lo envuelven en una delicada cornucopia de especias y aromas.
Nuevamente el pastor no aceptó la sugerencia de la joven sobre probar el vino, pero ésta rápidamente sorbió un poco y retomó su narrativa. Le susurraba que percibía su boca humedecerse a medida que el vino acariciaba su lengua, y a la vez se difuminaba al ser pasado. Con otro trago que sensualmente jugó en el interior de su paladar, la adolescente comentó al hombre que una sensación de caricias seductoras tocaban cada rincón de su boca arrastrando delicadamente su saliva hasta ese final etéreo en su garganta.
El pastor con toda su fe y voluntad cerró los ojos y apartó lo más posible su cuerpo de la preciosa silueta femenina. Ella, en vez de recriminar el rechazo, le invitó a realizar de nuevo un acto de imaginación, esta vez como si nadara en el interior de una shisha cuyas aguas lo perfuman con frambuesas frescas, regaliz y menta y lo arrastran hacia una bocanada de tabaco aromatizado con cacao, frutos secos y cáscaras de nueces. El anciano decidió poner fin a ese juego de palabras y de un movimiento lanzó la copa de la joven al suelo.
La adolescente, ante la violenta reacción del anciano pastor, hizo uso de sus mágicos encantos al agacharse, no para recoger los pedazos de cristal a sus pies, sino para erguirse con una aparición que inmediatamente inundó de aromas la cueva del hombre. En sus manos se encontraba una charola de oro en la que posaba un filete de cordero ahumado con hierbas finas, acompañado de dos majestuosos portobellos rellenos de puré de papá con espuma de queso feta.
Tras otro aspaviento del pastor, que terminó con la elegante bandeja nuevamente en el piso, la joven supo que la virtud y el recato del hombre eran demasiado sólidos como para doblegarse ante esos estímulos. Ella pensó en mostrarle su cuerpo erguido y desnudo entre las ondas de sus cabellos como su estocada final, pero sabía que debía contar con una angelical frase en caso de que la prueba de Alá fuese superada. Ese hombre mayor de edad y de fe, era justo como el Creador lo había descrito.