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Desayuno: bocadillo histórico (2 de 4)

¿Es posible que la humanidad haya vivido en la pena de negarse el desayuno? Por supuesto, y es más, esta no sería la mayor de las penas que ha enfrentado. Recordemos que tiene poco más de 10,000 años de que descubrimos (¿inventamos?) la agricultura. Antes de eso tuvimos que enfrentarnos a fieras y salir a recolectar bayas, raíces y hierbas, con el peligro de que la comida pudiera resultar mortal, tanto en su búsqueda como en el mismo acto de comer. 

Desde luego, desayunar nunca ha sido la norma, o más bien, tiene poco que lo es. Caroline Yeldham, historiadora de la Durham University del Reino Unido, ha concluido que el desayuno no era una práctica usual entre los romanos, quienes lo consideraban una forma de glotonería. 

Pareciera ser que en el medioevo (S.V al S. XV) es cuando empieza a popularizarse la costumbre del desayuno, debido a dos factores: por una parte, la influencia de la vida monástica permitió, de acuerdo con también historiador Iván Day, romper el ayuno de la noche después de la primera misa matutina; por otro lado, podemos encontrar las causas de la popularización del desayuno en el nacimiento de talleres de manufactura, que empezaron a requerir empleados, con una relación distinta a la que guardaban siervos y señores feudales, con el establecimiento de protojornadas laborales. Es decir, podemos ubicar concretamente el nacimiento del desayuno en la transición del feudalismo al capitalismo. 

El desayuno medieval nos legó dos chuladas (no quiero decir que no existieran antes, sino que en esta época se popularizaron): la mantequilla y lo que llamaron el “desayuno líquido” que consistía en vino o cerveza. Desatanicemos el desayuno líquido. 

Después, con el nacimiento del capitalismo, la jornada laboral empezó a marcar el ritmo de la vida. Así pues, se desayunaba antes del trabajo, para tener fuerzas para cumplir con este. Bajo esta lógica, se empiezan a buscar alimentos rápidos e industrializados tanto para que se pueda producir como para que se pueda consumir más. La estandarización del desayuno actualmente nos ha llevado a consumir alimentos ultraprocesados y, que se me perdone la metafísica, sin espíritu. Café que no es café, pan que no es pan, cereales que cada vez se alejan más del alimento ancestral que permitió los grandes procesos civilizatorios y, en cambio, se acerca a las pandemias alimenticias de hoy en día: diabetes, obesidad, cánceres.  

Hay dos cosas en este relato que no debemos obviar y que tienen que ver con cómo se construye la historia: estamos contando cómo sucede el desayuno en Europa, y cómo sucede de acuerdo con las clases dominantes. Es muy posible que para los siervos que trabajan en el campo el desayuno haya ocurrido a muy tempranas horas, por ejemplo, pero no hay registros de ello. También es posible que en otras latitudes y civilizaciones el desayuno tuviera otra importancia. Sabemos, por ejemplo, que los nobles Mexicas sí desayunaban, y al terminar su desayuno podían comer la población en general. Y podemos imaginarnos que las personas y comunidades más al margen de La Historia, también tienen y han tenido costumbres y rituales de desayuno.

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