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El Tambor Mágico y Quinta de la Quietud

QUINTA QUIETUD RESERVA

Toro DO

2016

Castilla y León, España

Basado en el cuento tradicional infantil canadiense

Ilustración de Campwillowlake

Con gran ternura el viejo ofreció asiento al esqueleto dentro de su iglú. La osamenta de la joven estaba asombrada que el anciano no se hubiera atemorizado ante su aparición, como lo habían hecho un día antes aquellos dos cazadores. Él le contó que por su avanzada edad ya no podía cazar, pero que disfrutaría mucho compartir su cena con ella, mientras que ella se sinceró expresando su necesidad de plática y compañía.

La conversación no dejó de fluir al ritmo que el viejo cortaba dos grandes trozos de carne de foca, que tenían el grosor perfecto para que la grasa del animal se fundiera con el jugoso interior al ser asados. Los huesos de la joven no dejaban de crujir mientras cortaba las algas kuanniq que servirían de guarnición. Si la invitación ya le resultaba sorprendente, que el anciano pusiera una botella de vino en la mesa, lo fue aún más.

La botella de Quinta Quietud, de la denominación de origen española Toro, 2016 resaltaba ante la austera mesa. Mientras la carne de foca alcanzaba su término, el viejo sirvió dos copas. Las finas falanges de la joven se introdujeron impulsivamente en el cáliz del recipiente como si aquel denso líquido de color ciruela pudiera fundirse con ella y convertirse en la sangre que había perdido en el mar. Al observar sus manos y contemplar los destellos rubíes que se guardaron entre sus articulaciones, se comenzó a sentir más viva que nunca.

El viejo cazador sonreía y disfrutaba tanto de la inocente expresión de aquel montón de huesos, como del vino que rápidamente fue llenando su morada con fragancias de chocolate amargo, madera tostada y canela armonizados con arándanos y cerezas negras maduras y resaltados por notas de regaliz, pimienta y tierra húmeda. La joven y el anciano se dejaron llevar por esa calidez aromática que, como si de algún antiguo espíritu se tratase, reptaba por sus fosas y se instalaba en el fondo de su mente.

El esqueleto posó su copa impulsivamente en la mesa, lo que sobresaltó al anciano. Después de unos minutos, la muchacha confesó su gran deseo de degustar el vino, así como su vergüenza de lo inapropiado de hacerlo dentro del iglú de su nuevo amigo por los inconvenientes de su limitado cuerpo. Y con la prudencia de un sabio padre, el hombre cerró sus ojos, invitando a la joven a disfrutar sin sentirse observada.

La rígida mandíbula apenas se abrió y un caudal del potente líquido hizo que los restos de tejidos que aún conservaba la joven se humedecieran y respondieran a las punzadas de acidez que los despertaban. El vino se deslizaba lentamente por todos los huesos, dejando la sensación de querer lijarlos a su paso. Era una bebida con una textura desconocida para la muchacha, la rozaba por completo y a su vez la llenaba de calor.

Mientras la osamenta luchaba con sus pensamientos, donde una guerra de aromas tostados con aromas frutales y especiados se sostenía, el viejo le servía la cena. Él ya llevaba un rato disfrutando la grasa carne que se aligeraba al ser maridada con el vino, más no quería interrumpir a su invitada. La joven, después de toda la algarabía de sensaciones, comenzó a identificar un ritmo cerca de su esternón, como si un recuerdo de lo que alguna vez fueran latidos apareciera en su memoria, y una imagen visualizó: un tambor; eso le pediría a su anfitrión, y de su infinita gratitud, vendría la magia.

@cuentosdecatas

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