BODEGAS RODA
RIOJA DOCa
2017
España
Basado en los personajes del cuento de los Hermanos Grimm, 1812

La muchacha no podía creer lo fino de la hebra que se posaba ante sus ojos. Las tres hilanderas habían cumplido su promesa de hilar por ella y ahora debía agradecerles invitándolas a su boda con el príncipe. No hubo objeción de la reina ante la petición de sentar a las “primas” de la novia en la mesa principal, la joven no se cansaba de contarle al príncipe lo mucho que apreciaba a esas tres peculiares mujeres.
Y así fue como esas tres hilanderas, una con el pie crecido, otra con el labio prominente y la última con su dedo engrosado, tomaron asiento junto a los novios en tan importante evento. No se imaginaron que hasta el vino de la cena iba a ser compartido con ellas. La botella que les estaba siendo servida era un Sela de bodegas Roda, 2017 de la Denominación de Origen Calificada Rioja. El fulgor del vino al ser servido combinaba a la perfección con la capa cereza que portaban cada uno de los novios. La cena había comenzado bien.
Pronto los comensales comenzaron a percibir que de sus copas emergían aromas de cerezas y fresas, mentolados ligeros y toques de corteza de coco y vainilla que armonizaban maravillosamente con los tablones de madera. La hilandera del dedo engrosado no se contuvo y con su gran pericia para torcer hilo, hacía girar su copa hasta que el ambiente se envolvió de aromas de sotobosque, hierbas frescas, helechos, especias como pimienta y clavo, y recuerdos de embutidos finos como los que los lacayos comenzaban a depositar en las mesas.
La hilandera del labio prominente fue la que probó el líquido primero. Sus ojos se cerraron instantáneamente mientras el líquido fluía con ligereza dentro de su boca provocando una salivación gradual, elegante y duradera. Con la fuerza que su gran boca tenía, sorbía el líquido enérgicamente para disfrutar la tersura secante que el vino le provocaba mientras la salivación se tornaba cada vez más jugosa. Los novios, los reyes y los demás invitados estaban azorados con la pasión de esa hilandera al beber.
La hilandera del pie crecido, imitando a su compañera, trataba de hacer lo mismo al beber, pero ella se dejaba llevar más por las sensaciones al exhalar el brillante líquido. Era como si los aromas fluyeran incansablemente, canastos repletos de frutos rojos frescos y recién recolectados con todo y sus hojas eran lo que su mente no dejaba de dibujar; enmarcando esa imagen, aparecían atados de recaudos en lazos de cuero, hojarascas y tierra húmeda.
Los demás comensales no tenían la misma pasión de las tres hilanderas, ellos sólo disfrutaban de aquella bebida acompañando el estofado de jabalí con setas que majestuosamente se servía de maravillosas fuentes de plata y oro. La muchacha no podía creer lo que esas tres mujeres peculiares, misteriosas y serviles habían cambiado su vida y su futuro para siempre.