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La Doncella sin Manos y Marqués de Griñón

Rueda DO

2021

Castilla y León, España

Basado en los personajes del cuento de los Hermanos Grimm, 1812

Ilustración de Philipp Grot Johann, s XIX

El corazón del rey se hinchaba de agradecimiento con el ángel misericordioso. No podía creer que, después de siete años de búsqueda, al fin hubiera encontrado a su esposa y a su hijo. Más fuerte era la incredulidad y la gratitud al ver que a su reina le hubiesen crecido las manos perdidas por El Maligno. Esa última comida en la cabaña del bosque antes de volver al palacio debía ser algo especial.

El ángel arregló una mesa de madera de manzano, para que la doncella recordara su casa paterna, y, en lo que terminaba su preparación, colocó frente a la recién unificada pareja una botella de Marqués de Griñón, DO Rueda 2021 de uva verdejo. El rey inmediatamente sirvió a su amada una copa de aquel vino de delicado color paja y toques verdosos.

El rey y la reina dejaron de sostener sus miradas para concentrarse en esa melodía de aromas que la bebida les regalaba: flor de azahar, manzanilla y delicado jazmín acompañados de manzana amarilla y durazno blanco espolvoreados con hojuelas de sal y arena. La reina inmediatamente se sintió transportada a la primera vez que pudo entrar en el jardín real; y el rey, a la primera vez que vio a su amada.

Con una actitud de complicidad, los reyes sorbieron un poco de vino y se dejaron envolver por él, percibiendo una delicada frescura que continuaba aún después de tragarlo. Aunque la bebida les provocaba un final amargo en su garganta, el momento era todo menos eso, la felicidad de la familia llenaba tanto la cabaña, como los aromas de su botella. El rey no podía dejar de ver aquellas manos tan refinadas sostener la copa, era un milagro.

Una tisana mental se creaba en los pensamientos del rey y la reina, era tan armoniosa como su felicidad. De aquella ensoñación los sacó el ángel que se presentaba con una charola de plata. En tan especial bandeja se encontraba un carpaccio de robalo y pera aliñado en una reducción de naranja y eneldo, coronado con láminas de almendra y hoja de alcaparra. A un costado se encontraba una pequeña canasta con grissinis de parmesano.

La reina se estremeció al probar las peras, eran como las del árbol del jardín real que la había salvado años atrás de morir de hambre. El ángel no perdió un solo detalle; nada en aquella comida estaba fuera de lugar, desde la mesa de manzano, hasta la pera del carpaccio, pasando por los aromas del vino. Fue la conmemoración perfecta de la unión familiar que recompensaba a un duro y largo camino.

@cuentosdecatas

Para más inspiración: Marqués de Griñón , @MarquésdeGriñón

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