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Grisélida y Château Timberlay

Bordeaux AOP, Francia

2019

Basado en el cuento de Charles Perrault, 1691

Los dos vasos de barro que la pastora sostenía en la mano le parecían al príncipe los mejores que hubiera podido escoger para compartir el vino que había escogido para ese momento. La botella de Château Timberlay Bordeaux AOP, Francia, 2019 se encontraba en la temperatura ideal gracias a la suave brisa de los Alpes. Mientras Grisélida narraba su vida con su padre, el joven descorchaba con parsimonia y educado protocolo la botella.

La muchacha hizo una pausa en su relato, y abrió con sorpresa los ojos cuando observó caer en los dos recipientes aquel líquido color paja claro, se apreciaba delicado, más no fluía tan ligero como el agua. Grisélida no apartaba su mirada de los brillos grisáceos, podía observar en ellos el reflejo de las tiernas hojas verdes de los arbustos a su alrededor.

El príncipe, sabedor de todo su encanto, acercó con cortesía el vaso a la cara de Grisélida quien hizo una mueca, al no saber qué hacer con aquella bebida que apenas emitía aromas de lima fresca y de tisana de flores blancas. Hábilmente, el joven comenzó a mover el vaso provocando que de él emergieran notas de nectarina, pulpa de guanábana, piedras de río y perejil fresco. Grisélida no podía creer la transformación aromática del vino, era como un acto de magia olfativa.

El príncipe invitó a Grisélida a tomar un sorbo de vino, y ella, con sus mismos ojos expresivos, lo miró mientras el líquido envolvía ligeramente el interior de su boca e inexplicablemente la colmaba de una humedad muy agradable. El joven se encantaba cada vez más con el alma tan pura y tan sensible de la inocente pastora. Compartir la bebida y aquella conversación lo hacía afirmarse que ella sería quien, con su sencillez, lo haría cambiar de opinión sobre el matrimonio.

Después de dar un par de tragos más del vino, Grisélida se levantó del tronco donde se encontraba sentada y corrió al interior de su cabaña. En su mente no dejaban de revolotear pensamientos de lima, limón, manzana verde y nectarina, envueltos en hojas de helecho y perejil con flores de azahar y ligeros jazmines, rociadas de flor de sal, y mientras estos recuerdos se acentuaban, su boca se tornaba cada vez más jugosa. La joven armó una pequeña cesta de queso de cabra, uvas verdes y trozos del pan de hierbas que tanto le gustaba.

Mientras Grisélida caminaba inocentemente hacia él con la canasta en brazos, el príncipe se alegraba de haber escogido aquél vino. Este no era como los que solían beberse en los banquetes reales, sin embargo, la sencilla pastora había podido encontrar su encanto y lo apreciaba. Esa experiencia había resultado ser una primera prueba fácil, sin embargo, daría pie a innumerables retos que la casta muchacha soportaría gracias a sus virtudes y paciencia.

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