Valle de Napa, California, Estados Unidos, 2017.
Basado en los personajes del cuento de Charles Perrault, 1697.
Ilustración de Gustave Doré, 1867.

Pulgarcito y sus seis hermanos no podían creer lo que veían cuando llegaron cansados a casa.¡Sus padres estaban brindando! Pero si eran tan pobres, y por eso los habían abandonado, cómo era posible que la mesa estuviera repleta de viandas y una fría botella de Duckhorn Vineyards Chardonnay del Valle de Napa, California, 2017 estuviera casi por ser terminada.
Decidieron escuchar la conversación de sus padres tras la ventana para lograr comprender algo. Pulgarcito, aprovechando su corta estatura, se colocó junto al marco intentando no perder detalle.
Las palabras de los padres iban y venían unas sobre otras. Mientras la madre seguía embelesada con el color amarillo intenso, de herradura dorada, del vino que se adhería con fuerza a su copa; el padre no dejaba de sorprenderse por la intensidad con la que los aromas lo invadían.
El padre repetía una y otra vez que nunca había percibido en un vino aromas de piña y durazno como si fueran el relleno de una suculenta tarta; imaginaba tarros de miel y virutas de coco danzando en su mente mientras seguía dando vueltas por el salón sin poder creer su situación. Habían sido tan afortunados en recibir el pago de esa deuda que daban por perdida, ¡lástima que sus hijos ya no estuvieran para disfrutarla!
La madre daba sorbos pequeños a su copa, no quería dejar de disfrutar esa untuosidad que el vino dejaba. Como tenía un poco de dulzor y la acidez no se elevaba lo suficiente para aligerar el paso del líquido por la boca, ella iba intercalando sus tragos con pequeños bocadillos de pan rústico con queso Fromager d’Affinois y gotas de miel. Al igual que la saliva corría por la boca de
Pulgarcito, las lágrimas también recorrían su cara al contemplar que sus padres no los hubieran buscado para compartir con ellos ese momento.
El padre era más tosco al beber el vino, lo agitaba vigorosamente en su boca y lo tragaba como si de agua corriente se tratara; lo que buscaba en realidad era la sensación que vibraba en lo alto de su nariz después de cada trago.

La madera tostada, la resina, la naranja cristalizada, la compota de manzana amarilla con pera roja y la flor de azahar se fusionaban con masas de bollería y sueros de leche y aquel hombre sólo cerraba sus ojos deseando que esa sensación nunca
terminara.
Pulgarcito se sintió completamente abatido, cómo era posible que sus padres
disfrutaban ahora vinos tan complejos, cuando antes valoraban los sencillos vinos
sin tanta intervención.
Cómo podían haber preferido abandonar a sus hijos en el bosque y buscar el pago de la deuda antes que a ellos. Debían llamar a la puerta lo más pronto posible para despertarlos de tal ensoñación, tenían que recordarles qué es lo que más se disfruta en la vida.